Practicamos los cuidados como responsabilidad colectiva, como forma de relación, como forma de organización de la vida y de la economía.
Las tareas de sostenimiento de la vida han estado tradicionalmente a cargo de las mujeres y de las comunidades migrantes, relegadas a la invisibilidad y el menosprecio. Los barrios de periferia son el hogar de la mano de obra que se ha encargado de cuidar de los cuerpos y las vidas de las clases dominantes.
El trabajo de los cuidados se da a través de una serie de prácticas estéticas y culturales que, a su vez, se anidan en una estructura de relaciones sociales de orden político. Por eso existe también una ética reaccionaria de los cuidados que ha servido de soporte al patriarcado y la explotación. Por este motivo, imaginar formas de cuidado desde una posición ecofeminista es también un modo de imaginar alternativas sociales.