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Showbar Manchester vs. Mess Hall
27.3.08


En el anterior post mencionábamos de pasada, como quien no quiere la cosa, un proyecto de Funky Projects (Asier Pérez) llamado «Showbar Manchester«. Si no entendimos mal al propio Asier Pérez durante su charla en el taller sobre diseño y comunicación de proyectos culturales «Identidad más Diversión más Innovación«, al que casualmente asistimos hace algunos meses en Aulabierta, «Showbar Manchester» pretende ser una especie de «revista de tendencias en tres dimensiones», es decir, un espacio físico de relación social para la creative class que el gobierno local quiere atraer al supuestamente degradado Northern Quarter de Manchester, un espacio temporal en el que usuarios y empresas anunciantes se retroalimentarían mútuamente en la producción de tendencias de consumo cultural, de moda, ocio, etc. La colocación de publicidad en el Showbar aseguraría según Asier Pérez, una rápida inyección de capital que permitiría la puesta en marcha de otros proyectos culturales a más largo plazo, incluido un espacio cultural y de encuentro permanente.

Sin lugar a dudas, quien a día de hoy, tras décadas de minucioso desvelamiento de las relaciones entre la cultura y la economía, defienda la posibilidad de un arte autónomo es un hippy o un cínico, o ambas cosas a la vez. El planteamiento artístico de Funky Projects persigue huir del cinismo desembarazándose de cualquier pretensión de autonomía y abrazando sin ambages el papel de la cultura en el actual sistema de producción post-fordista. Asier Pérez refuerza esta postura recordándonos la tesis de los profesores Joseph Heath y Andrew Potter según la cual la contracultura se ha convertido en un negocio y, en general, «rebelarse vende«.

De hecho Funky Projects ya no se definen como un colectivo artístico, sino como una «empresa de ideación». Hablábamos hace unas semanas, a propósito de este texto de Andrea Fraser, de las consecuencias que ha tenido para el campo artístico el hecho de que los artistas hayan dejado de ser productores de objetos a proveedores de servicios artísticos. Andrea Fraser reclamaba la necesidad de abrir espacios y protocolos de negociación con las instituciones que permitiesen a los artistas continuar embarcados en «actividades controversiales». Para Funky Projects esta posibilidad no existe, y su actividad se pliega a las necesidades y requerimientos de las instituciones públicas, estrechamente imbricados con los intereses de la empresa privada.

La idea inicial de este post era poner en relación (que no contraponer, el título es de broma) el Showbar Manchester de Funky Projects con otro proyecto con el que tiene muchos puntos en común, aunque desde una lógica radicalmente opuesta: nos referimos al Mess Hall de Chicago. Se trata también de un espacio cultural y de relación social, de una iniciativa de un colectivo artístico (Temporary Services -entre otros-) y cuya economía se rige también por unas pautas muy claras predeterminadas por sus organizadores.

Ava Bromberg explica en esta entrevista (que merece la pena ser leída íntegramente) algunos de los planteamientos de base del Mess Hall y su funcionamiento. Durante la entrevista Ava Bromberg reflexiona sobre unas cuantas cuestiones que podrían relacionarse directamente con lo que venimos hablando, pero, en términos globales queremos pensar que lo que distingue esencialmente la actividad del Mess Hall respecto al Showbar Manchester es la voluntad de generar un espacio cuyo significado pueda ser transformado por los propios usuarios. En este sentido, Ava Bromberg entiende que el espacio público es algo producido y re-producido constantemente mediante interacciones sociales y que no está nunca dado de antemano. La producción cultural, entendida como el resultado de interacciones sociales, puede ser, siguiendo los razonamientos de Ava Bromberg un instrumento para contestar las «estructuras» (espaciales, epistemológicas, institucionales…) heredadas y abrir el espectro de lo que consideramos como ‘posible’. Algo que nos parece destacable de este posicionamiento es que, al igual que el de Asier Pérez, hace que la posibilidad de un arte autónomo no sea ya sólo impensable, sino ni siquiera deseable.

Sin embargo hemos de pensar que las estructuras mediante las cuales la producción cultural y social es «puesta a trabajar» al servicio de determinados intereses privados son cada vez menos rígidas, más escurridizas e invisibles. El Showbar Manchester es en realidad un dispositivo que imita, de una manera un tanto burda todo sea dicho, los mecanismos mediante los cuales la cultura y los estilos de vida «contraculturales» son utilizados por los poderes públicos en coalición con la empresa privada para atraer inversiones y capital humano a las ciudades. En su artículo sobre el proceso de regeneración y brandización de la ciudad de Amsterdam como «Ciudad Creativa», «Back to the Future of the Creative City» (artículo que tampoco tiene desperdicio) Merijn Oudenampsen cita a Bart van Ratingen, promotor inmobiliario, quien dice: «It’s about creating space! The thing not to do is to publicly announce you’re going to haul in artists; instead, give them the feeling they’ve thought of it themselves. If it arises organically, levels will rise organically». ¡Uf! a esto nos referíamos con estructuras ‘escurridizas’ e ‘invisibles’. Merijn Oudenampsen señala cómo las promotoras inmobiliarias han llegado a la conclusión de que para producir con éxito el «hardware» urbano es necesario un «software» que lo haga funcionar y en ese sentido las instituciones culturales y los proyectos artísticos más o menos temporales (por muy contraculturales que sea) generan un «tráfico» que permite a los promotores «poner a punto» la propiedad.

El proyecto de Funky Projects se fundamenta en el convencimiento que estos procesos de regeneración urbana a través de la cultura, que también conocemos muy bien aquí en Barcelona, son beneficiosos, a largo plazo, para el conjunto de la sociedad, algo que se nos antoja harto dudoso, aunque esto daría para otro post igual de inacabable que este. Sin embargo ¿qué nos hace pensar que el Mess Hall está exento de participar involuntariamente, atrapado en las dinámicas ocultas señaladas por Merij Oudenampsen, en un proceso de regeneración urbana como el que quiere catalizar de manera explícita el Showbar Manchester? Lo cierto es que, de entrada, el Mess Hall es un espacio que, por ahora, se encuentra a las afueras de Chicago (50 minutos en metro) lejos de los objetivos «regeneradores» de los planificadores urbanos y las promotoras (también es cierto que las ciudades americanas se organizan de una manera diferente a las europeas y habría que reflexionar sobre este hecho) pero, lo que es más importante, y al contrario que la gran mayoría de espacios culturales «underground» o no que se instalan en barrios como el Northern Quarter de Manchester o el Raval de Barcelona, el Mess Hall es un espacio abierto a la comunidad local del barrio y no sólo a la comunidad artística y activista. Siguiendo la analogía de Merij Oudenampsen al final de su artículo, el Mess Hall es un espacio de «código abierto» que ofrece a sus usuarios el derecho a intervenir en la red y en los circuitos de comunicación, información e intercambio que lo atraviesan, y expande las posibilidades de imaginar como sería una ciudad realmente creativa.

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