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Algunos desacuerdos sobre las relaciones que se dan entre economía y educación
26.5.09


Un grupo de investigador+s del EIPCP (Instituto Europeo para Políticas Culturales Progresivas) formado por toda esta gente, ha puesto en marcha el proyecto Crear Mundos. Como puede leerse en la página del susodicho proyecto, el título proviene de una cita de Maurizio Lazzarato en la que dice: «En las sociedades de control, el objetivo ya no es la «apropiación» —como lo era en las sociedades soberanas—, ni tampoco «combinar e incrementar» el poder, como lo era en las sociedades disciplinarias. El objetivo es ahora «crear mundos»».

El proyecto, que se desarrollará a lo largo de varios años, hasta 2012, tiene como finalidad «explorar la relación entre la producción artística y la producción de conocimiento, en el contexto de las transformaciones y las crisis del capitalismo contemporáneo» y se estructura alrededor de tres áreas temáticas: la crítica del capital cognitivo, la fábrica del conocimiento y sus descontentos y los solapamientos del arte y la producción de conocimiento.

De estos tres puntos nos ha interesado especialmente el segundo, en el que se traza una línea de pensamiento directa entre las actuales transformaciones del sistema productivo y la educación. Concretamente los responsables de Crear Mundos se interrogan sobre qué sucede con la vieja fábrica del conocimiento en un momento en que el conocimiento mismo se convierte en la materia prima del capitalismo, señalando cómo las universidades devienen objetos de deseo de las transformaciones neoliberales, elementos de competición entre regiones y continentes; también sujetos de las luchas contra estas transformaciones y estas nuevas formas de competencia.

Hemos hablado sobre estas cuestiones en este mismo blog y en varias ocasiones y parece que la relación entre los sistemas económicos y educativos resulta cada vez más relevante desde ciertos ámbitos de estudio de las políticas culturales. Justamente por eso no dejan de sorprendernos un par de cuestiones:


En primer lugar parece que, en una suerte de enroque disciplinar, el discurso sobre la educación ignora dicha relación constriñendo su análisis, en el peor de los casos y de manera más o menos explícita, a cuestiones estrictamente metodológicas.

La segunda cuestión tenga quizás algo más de chicha, y es que nos parece que el enfoque de esta investigación y de otras similares carece, dicho sea con humildad, de la suficiente amplitud de miras. Decimos esto porque el análisis que guía tales estudios se reduce siempre a la educación superior y pasa por alto el papel de la educación primaria y secundaria en todo este asunto. Vayamos por partes: escribía el propio Maurizio Lazzarato en este artículo publicado hace un par de años lo siguiente: «El trabajador es un emprendedor y un empresario de sí mismo, siendo para él mismo su propio capital, siendo para él mismo su propio productor, siendo para él mismo la fuente de sus propios ingresos. Lo que se exige a los individuos no es asegurar la productividad del trabajo sino la rentabilidad de un capital (de su propio capital, de un capital inseparable de su propia persona). El individuo debe considerarse él mismo como un fragmento del capital, una fracción molecular del capital. El trabajador ya no es un simple factor de producción, el individuo no es, hablando con propiedad, una «fuerza de trabajo», sino un «capital-competitivo», una «máquina-competente»«. Como señala Lazzarato en ese mismo artículo, el «emprendedor» se ofrece como el nuevo modelo de subjetivación del capitalismo cognitivo, el modelo de homo oeconomicus que el neoliberalismo necesita reconstruir. Intuimos que la construcción de dicho modelo tiene más que ver con la formación de un habitus, de una cierta predisposición del cuerpo y de los afectos, y con la formación de hábitos de pensamiento, que no con una serie de contenidos curriculares escritos en un papel, y por eso mismo su implementación dependería más del modelo educativo seguido durante las etapas iniciales de la formación que no de los estudios cursados en la universidad. Como siempre decimos ¿la escuela no fue ya antes la institución encargada de inscribir en el cuerpo del proletario los hábitos requeridos para la producción industrial: la obediencia, el trabajo individual y en silencio, el cumplimiento de unos horarios y rutinas, etc, etc?¿Porqué no habría de ser ahora la encargada de fomentar eso que llaman «el espíritu emprendedor»? En realidad poco tiene esto que ver con el espíritu; como dice Lazzarato, se trata de insuflar en el trabajador una idea de si mismo como capital humano, un nuevo modo de subjetivarse.

Somos dados a recalcar que estas reflexiones aparentemente abstractas tienen, al contrario de lo que pueda pensarse, un correlato efectivo en las situaciones más cotidianas y las políticas más concretas. Un ejemplo de «claridad meridiana»: en Catalunya, los servicios locales de empleo, desbordados en gran medida por la avalancha de personas que en estos momentos acuden a sus oficinas, recomiendan, por indicación del gobierno autonómico, la «autoempresa» como una posible salida laboral; la mayoría de esas personas rechazan dicha posibilidad, seguramente porque carecen de «espíritu emprendedor», es decir, porque se consideran poseedores de una «fuerza de trabajo» y no como un «capital humano». Otro gallo cantaría si su vida escolar hubiese discurrido en un entorno como el que propone el Círculo de Empresarios en un reciente informe titulado El espíritu emprendedor: elemento esencial para afrontar la crisis económica española (pdf), en el que señalan, dentro del apartado «Marco educativo» de su batería de propuestas lo siguiente: «El ámbito educativo está llamado a ocupar un lugar destacado en la promoción del espíritu emprendedor» y: «La educación en España tiene que asentarse y organizarse sobre una serie de valores fundamentales para el desarrollo personal, social y económico. El esfuerzo, el aprendizaje continuo, el afán de superación, la asunción de riesgos, la capacidad de pensamiento y aprendizaje autónomos o el reconocimiento de los méritos son valores y capacidades imprescindibles para emprender en cualquier faceta de la vida; la organización y los métodos docentes deberían plantearse como objetivo último su transmisión a las generaciones más jóvenes» (¡a las generaciones más jóvenes!) o por último: «La educación en cualquier lugar y momento debe aspirar, por definición, a fomentar cualidades personales como la creatividad, la iniciativa, la responsabilidad, o la independencia, que son precisamente los que están en el corazón del espíritu emprendedor«. Ahí es nada…

Por todo esto nos parece que a la voluntad expresa del proyecto Crear Mundos de «actualizar procesos micropolíticos de educación autoorganizada y de auto-formazione que van más allá de las universidades» habría que sumar la de actualizar aquellos procesos que, en la misma dirección, van más allá de las escuelas.

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