Estamos trabajando simultáneamente en las dos próximas escenas de Bellvitge rol en vivo: Perros callejeros y Trabajos y días. Aquí os dejamos una breve reflexión sobre cómo planteamos la primera de las dos:
En muchas ocasiones, escuchando hablar a sus propios protagonistas, vecinos y vecinas que han vivido en el barrio desde su construcción, parece que el relato histórico de Bellvitge finaliza en los años 80 —al igual que el de muchos barrios obreros del estado español similares—. Entre otros motivos, la irrupción de fuertes problemáticas sociales como la delincuencia juvenil o la droga, hace que se pase de puntillas sobre toda esa década. En parte, películas como Perros callejeros contribuyeron a construir e instalar en el imaginario colectivo representaciones de las periferias urbanas en las que éstas aparecían como territorios peligrosos y sus habitantes como salvajes y delincuentes. La demonización de los grupos subalternos —ya sea por cuestiones de clase, raza, género u otras—, de sus estilos de vida y de los territorios que habitan no era nada nuevo a finales de los 70 ni tampoco ha desaparecido en la actualidad; aún hoy se reproducen y circulan prejuicios y estereotipos negativos sobre los barrios de las periferias urbanas.
Podríamos decir que los 80 comienzan realmente a finales de la década anterior con las primeras elecciones democráticas de 1979. Este hito marca el final de un intenso ciclo de luchas durante el que se forjó la idiosincrasia de barrios como Bellvitge. Es en ese momento cuando los líderes vecinales se incorporan a los órganos de gobierno y a la administración pública y se establece, de forma más o menos tácita, un pacto de no agresión a las incipientes instituciones democráticas. No deja de ser significativo que la última gran movilización vecinal en Bellvitge terminara hacia 1977 cuando se consiguió detener los planes de las constructoras para edificar más bloques de pisos en el barrio —un momento histórico que reflejamos en la escena
Boicot a las obras de nuestro juego de rol—.
Con la institución de los ayuntamientos democráticos —y en especial en los ayuntamientos de izquierda progresista, que eran mayoría en las periferias urbanas— se pusieron en marcha una serie de políticas sociales que pretendían abordar problemas como los mencionados y que hasta entonces habían sido reprimidos o tratados como objeto de la beneficiencia. Dichas políticas tuvieron resultados contradictorios o, si más no, paradójicos, ya que si bien mitigaron en parte las consecuencias de la desigualdad social, por otro lado instauraron toda una serie de mecanismos que señalaban y categorizaban a los jóvenes de los barrios de la periferia principalmente como sujetos pasivos y víctimas de sus circunstancias sin capacidad de agencia y de transformar su realidad.
En el
debate posterior al pase del vídeo documental Los jóvenes de barrio, filmado por el colectivo
Video-Nou en el barrio de
Canyelles (
Barcelona) en 1982, que proyectamos en el
Institut Bellvitge el pasado mes de abril, el filósofo
Jorge Larrosa señalaba cómo la película retrataba a los jóvenes y su contexto como una lista de problemas: delincuencia, paro, absentismo escolar… en el vídeo no se hace referencia a ninguna de las formas de autoorganización, empoderamiento colectivo y autonomía que caracterizaba la vida en los barrios de la periferia. Resulta significativo que el documental fuese un encargo del propio
Ayuntamiento de Barcelona. En ese mismo debate
Antonio Rosa, educador social y miembro de diversas entidades de Bellvitge desde los años 70, traía a colación el término
predelincuente que se aplicaba desde los programas de asistencia social a determinados jóvenes en base a una serie de
indicadores. En cierto modo podemos decir que las categorizaciones y la jerga empleadas por educadores, asistentes y trabajadores sociales también contribuyeron de forma retroactiva a fijar un determinado imaginario sobre los jóvenes de los barrios.
Así pues, la administración pública desplegó toda una serie de recursos, saberes y tecnologías que suplieron la acción autoorganizada de los vecinos y vecinas, al tiempo que funcionaban como dispositivos de control y disciplinanamiento. De este modo en L’Hospitalet, en 1979, se elimina el Padrón de Beneficiencia heredado del régimen franquista y se descentralizan los Servicios Sociales asignando un trabajador social a cada distrito. Asimismo el Departamento de Servicios Sociales encarga al grupo Obinso una investigación sobre delincuencia juvenil en la ciudad, realizada por los sociólogos Lluís Ventosa y Lluís Recolons.
No es de extrañar pues, que los vecinos y vecinas de Bellvitge, cuya identidad se construyó en la lucha por dignificar sus condiciones de vida, rechacen hablar sobre un momento de su historia que se asocia de forma simplista y excluyente con la delincuencia y la droga y en el que la movilización vecinal dejó de tener un papel relevante en la esfera pública —es significativo, por ejemplo, el debate abierto entonces sobre las asociaciones de vecinos y vecinas que algunas personas consideraban innecesarias una vez los partidos habían asumido el poder político—. En cierta manera podemos entender estos hechos como traumas reprimidos de los que no se habla y que se relegan a un estrato inferior de la memoria colectiva de los barrios.
Con esta nueva escena de Bellvitge rol en vivo nos proponemos abordar la memoria del barrio en aquellos años y nos preguntamos cómo hacerlo: en primer lugar nos parece necesario poner de relieve la complejidad política, social y cultural del momento y oponerla a cualquier relato simplista. La mera crónica de sucesos más o menos sórdidos resulta tan inexacta como lo sería un retrato edulcorado en el que sólo se enfocasen aspectos positivos; esto no quita que sea necesario hacer un trabajo “arqueológico” que “rescate del olvido” iniciativas y personas que tuvieron un papel destacado en la configuración del barrio en esa época.
El inicio de la democracia a principios de los 80 trajo consigo una eclosión cultural que en L’Hospitalet tuvo sus expresiones más vivas en las Aulas de Cultura de los distritos. En Bellvitge, por ejemplo, el Aula de Cultura vive momentos de efervescencia en los que vecinos y vecinas, en colaboración con Nelly Peydró, quien fuera directora del Aula entre los años 1979 y 1984, toman la esfera pública y la calle a través de las prácticas culturales tras décadas de represión y censura.
El macguffin de Perros callejeros (la escena de Bellvitge rol en vivo) es precisamente una de las escenas finales de la película Perros callejeros dirigida por José Antonio de la Loma en 1977. El desarrollo de la trama, que no adelantaremos aún, nos servirá para establecer una conversación (rizomática, descentrada…) sobre todos estos aspectos políticos, sociales y culturales. La escena (de la película) fue rodada precisamente en Bellvitge, para ser exactos frente al cine Lumière, sala en la que se proyectará años más tarde con gran solaz del público. Nuestra escena (la del juego de rol) arrancará justo en ese momento y lugar, con el público del cine Lumière viendo el final de la película Perros callejeros a principios de los años 80. A la salida del cine se desencadenarán una serie imprevisible de acontecimientos… ¡permanezcan atentxs a sus pantallas!
Si quieres colaborar en Perros callejeros aportando tu testimonio personal, documentación, imágenes, participando en la creación de los personajes, de la trama argumental o en la producción del atrezzo y los elementos de decorado o simplemente jugando ponte en contacto con nosotrxs. ¡Cualquier aportación será bien venida :D!
La primera partida de esta escena está prevista para mediados del mes de febrero de 2015 coincidiendo con el Carnaval. ¡Te esperamos!