Cuando en 2013 nos propusieron hacernos cargo del proyecto de mediación con públicos del ciclo de exposiciones Arqueologia preventiva en el Espai 13 de la Fundació Joan Miró, pensamos que era una buena oportunidad para poner en práctica algunas de las ideas que teníamos sobre los procesos de construcción de conocimiento y relacionalidad en el marco de las instituciones artísticas.
En realidad, esas ideas podrían reducirse a una única idea-vector que consistiría en descentrar y dislocar los espacios, los discursos y los roles establecidos en el campo del arte, con el objetivo de -en la medida de lo posible- instituir procesos y relaciones más horizontales y justas entre los diversos agentes que intervienen en la producción de sentido, dentro y a través de dicho campo.
Una de las operaciones fundamentales del proyecto era la de desplazar esos procesos de construcción de conocimiento y relación fuera del espacio de la Fundació Joan Miró, y situarlos en un nuevo espacio, dentro de un contexto geográfico, social y cultural específico1 como es el barrio de Bellvitge.
Esta elección no fue aleatoria: desde febrero de ese año, LaFundició disponía de un pequeño local en el número 11 de la calle Prat en este barrio de L’Hospitalet. Allí habíamos empezado a intentar abrir espacios y tiempos en los que individuos y grupos diversos pudieran llegar a encontrar en la cultura una esfera de diálogo y negociación (no exenta de conflicto). Así mismo, habíamos ido tramando redes de colaboración potencialmente perdurables.
De septiembre de 2013 a septiembre de 2014, este espacio se desdobló como el Espai 14-15 de la Fundació Miró, un espacio que posía considerarse, a su vez, como un doble del propio Espai 13. Y decimos un doble porque el Espai 14-15 no pretendía ser una copia o una extensión en Bellvitge del espacio institucional de la Fundació Joan Miró. De otro modo, pretendíamos situar a los diferentes actores que intervenían en el ciclo Arqueología preventiva, en una trama de relaciones distinta a la habitual en la institución artística. No nos referimos tan sólo a lxs artistas que participaron en el ciclo –Oriol Vilanova, Lúa Coderch, Lola Lasurt y Antonio Gagliano– y a su comisario, Oriol Fontdevila, sino también a las propias obras y sus procesos de creación, al personal de la Fundació Joan Miró y a ese ente amorfo y demasiado abstracto que son sus públicos.
En este sentido, el Espai 14-15 no quería tener un programa de actividades, sino una serie de momentos en los que se hacían visibles procesos de trabajo ya activos en el territorio y que se relacionaron con la programación del Espai 13 de la Fundació Joan Miró.
No se trataba tampoco de producir una lectura en clave local de los contenidos del ciclo o, peor aún, de ofrecer una lectura adaptada al contexto social y cultural de Bellvitge. De un modo muy distinto, nuestra intención era ensayar nuevos agenciamientos con el fin de generar modos de hacer y saberes híbridos —monstruosos— que facilitasen a cada uno de lxs involucradxs (entre lxs que nos contábamos) repensar su posición en el campo cultural y el rango de posibilidades que dicha posición implica.
El ciclo de exposiciones Arqueología preventiva se presentó como una serie de recorridos por algunos modos de hacer asociados a la escritura de la historia (entendiendo ‘escritura’ en un sentido amplio) y a lo que podríamos llamar ‘producción de memoria’ (y también a la producción de su reverso: el olvido).
Cada unx de lxs artistxs que participaron tomó como pre-texto alguno de esos modos de hacer o alguno de los dispositivos que operan en esos modos de hacer; las obras resultantes dieron pie a pensar los regímenes de verdad que aquellos instituyen.
Entendemos que nuestro papel no era añadir al trabajo de lxs artistxs una nueva ‘capa de sentido’ o una lectura crítica; de otro modo, entendíamos que podía ser el de disponer una serie de tiempos y espacios que facilitasen procesos colectivos de producción de sentido. Entendemos también que, con el objetivo de desjerarquizar los saberes, estos procesos no debían tener como centro el trabajo y el discurso de lxs artistas y el comisario del ciclo, sino que debían poner éstos en relación con procesos sociales y culturales ya existentes que también tienen que ver con la producción historiográfica y de memoria colectiva. Procesos que se daban ya de manera autónoma, en un contexto social y cultural diferente al de la Fundació Miró, como es el barrio de Bellvitge. Procesos en los que LaFundició, en tanto que ‘habitantes’ de ese territorio, ya estábamos involucrados de entrada —y continuamos estando involucrados mucho después de que finalizara Arqueologia preventiva—.
Entendemos que poner en relación a los agentes, el trabajo, los saberes y los discursos provenientes del campo del arte contemporáneo con los presentes en el contexto de Bellvitge, pasa por crear ‘zonas de contacto’2; es decir, tiempos y espacios en los que poder abordar colectivamente los puntos en común y las controversias que pudieran haber entre ambas esferas. No tratábamos pues, con el Espai 14-15, crear un espacio dialógico neutral3 ni tampoco, por descontado, coadyuvar en un proceso de colonización cultural. Por el contrario, aspirábamos a generar, en colaboración con todxs lxs implicadxs, un espacio en el que se pudiera demarcar la posición desde la que hablaba cada unx, sus estructuras de referencia y los hábitos que cada unx encarnaba; con el objetivo de construir colectivamente un conocimiento común sobre la producción de memoria.
Podemos decir que la memoria se construye (y destruye) continuamente: en una conversación casual por la calle, en los medios de comunicación, al leer un libro de texto, al tomar una foto, al erigir o derribar un monumento… infinidad de actos con muy diferentes escalas que producen memoria y olvido. En Bellvitge, muchos de estos actos se relacionaban entonces con la conmemoración en 2015 del 50 aniversario de la construcción del barrio, y la conmemoración en 2014 del 300 aniversario del sitio de Barcelona.
Las respectivas conmemoraciones de estos dos hechos aparentemente tan dispares compartían, en realidad, modos de hacer muy similares. Los hechos son los hechos y eso es incuestionable, nos dicen —algunos historiadores, entre otras personas—; sin embargo, lo que sí es cuestionable es el modo en que los hechos se ordenan, categorizan y relatan, así como el contexto en el que se sitúan los relatos y el orden del discurso en el que se insertan. Y un poco de eso iban Arqueologia preventiva y el Espai 14-15.
1 Evidentemente el Espai 13 de la Fundació Joan Miró también se encuentra situado en un contexto geográfico, social y cultural específico, sin embargo esto es algo que las instituciones artísticas intentan eludir presentando sus modos de hacer como estándares culturales, políticamente neutrales y asimilables a los de cualquier otro museo de arte contemporáneo del mundo.
2 ‘Zonas de contacto’ es el término acuñado por Mary Louise Pratt con el que se refiere a los espacios intermedios de negociación entre dos culturas. El conocimiento de dicho término se lo debemos al proyecto así titulado que Aída Sánchez de Serdio, Daniel García y Javier Rodrigo pusieron en marcha en 2010 desde La Virreina, Centre de la Imatge.
3 Entre otros motivos porque tal cosa es imposible ya que toda conversación, por inocente que parezca, está atravesada por relaciones de poder.