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Los barrios de periferia, tal y como los conocemos, han nacido a menudo de manera acelerada, sobreponiendo a territorios agrícolas una concepción urbana ligada al imaginario de la modernidad y el progreso industrial.

Sin embargo, una gran parte de las personas que viven allí provienen del mundo rural y llevan en ellas cosmovisiones y saberes vinculados al cuidado y cultivo de la tierra. Más aún, la propia ciudad de l’Hospitalet se encuentra muy próxima al Parc Agrari del Baix Llobregat.

El desarrollo de las sociedades modernas y la economía de mercado exigió el aniquilamiento de la cultura campesina y, en definitiva, de todos aquellos mundos de vida en los que la actividad de los seres humanos aún estaba vinculada a unos territorios específicos y a sus ritmos naturales. La escisión entre sociedad y naturaleza, inexistente en las culturas y las economías campesinas, constituye el fundamento epistemológico de la depredación sin límite de los recursos.

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Visita a Les Cabasses durante las jornadas DELTA 2021.
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Trabajos agrícolas en Les Cabasses.

La aniquilación del mundo campesino pasa por colocar sus saberes, formas de vida y cosmovisiones fuera de lo que puede ser pensado. En parte esta operación se efectúa integrando cualquier diferencia en la ilusión de una sociedad liberal formada por una «clase media universal» (masculina, blanca, burguesa y con capacidades, género y sexualidad normativas) hecha de individuos que se piensan autónomos en lugar de reconocer las relaciones de interdependencia entre ellos y con su medio físico.

L’Hospitalet y el área metropolitana de Barcelona, como el de todas las conurbaciones, es resultado de grandes movimientos de población, del campo a la ciudad. Los habitantes de entornos rurales, campesinos y campesinas, se han visto obligados a abandonar las tierras para vender su fuerza de trabajo en las ciudades industrializadas. En l’Hospitalet los flujos migratorios procedieron inicialmente del resto del Estado español, en los años 60 y 70, y de América Latina, África y Asia a partir de los 90. Estas poblaciones comparten el hecho de haber sido objeto de dos procesos interrelacionados: la precarización y la estigmatización. Así, la infravivienda, el hacinamiento o la explotación laboral, muestras palpables de esta precarización, se traducen a su vez en la estigmatización de las periferias y de sus habitantes, representados como un peligro social y un foco de degeneración cívica. Frente a esta estigmatización se dan multitud de reacciones: por un lado, la aculturación, es decir, la negación del propio origen social y cultural y la asimilación a los valores de una clase media urbanita idealizada; por el otro, las formas de oposición y disidencia que han imaginado, organizado y puesto en práctica quienes, de entrada, estaban destinados a ocupar un lugar subalterno en la historia.

Barcelona, su área metropolitana y el Parc Agrari del Baix Llobregat constituyen un único sociecosistema cuyo metabolismo es actualmente insostenible. Entendemos que las esferas social, económica y biológica son interdependientes y que, por tanto, es necesario crear imaginarios y prácticas culturales, y poner en práctica modos de vida y economías que resulten deseables, pero requieran un menor flujo de recursos y generen menos residuos. 

En LaFundició cultivamos la tierra de las periferias cuidando que las vidas las habitan, construyendo el buen vivir en común.

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