Lo que comemos, cómo se cultiva, se prepara y se consume, está conectado con los territorios, por eso la cocina es también un espacio político.
Las cocinas son el refugio de la economía y del cuento, de los cuidados y de la innovación. Cuando cocinamos ponemos en funcionamiento las memorias del sostenimiento de la vida y compartimos saberes individuales y colectivos
La cocina es un espacio cotidiano en el que aparentemente suceden cosas sin importancia. Por el contrario, en la cocina se realiza una actividad imprescindible para la vida: preparar los alimentos para su consumo. En la cocina se cuentan historias, se gestiona la economía doméstica, se cuida la salud… En definitiva, la cocina no es un lugar separado del resto, sino que está relacionado con la sociedad, el paisaje, el barrio y el mundo en el que vivimos y con su memoria, y por tanto es un espacio político y de producción simbólica.