Let’s party!
‘Por el amor de Dios’ no sólo es el título de este post y de la famosa calavera con diamantes incrustados que Damien Hirst vendió recientemente por 50 míseros millones de libras, también es lo más parecido a un pensamiento que he logrado articular después de leer esta noticia, que lleva varios días entre los «favoritos» de mi navegador; será también porque la cosa me cae muy lejos de casa. Imagino que el maelstrom de coolismo que se debió formar por la conjunción de Damien Hirst + The Hours + Rem Koolhaas + Prada alcanzaría proporciones cósmicas y que, por otro lado es un interesante ejemplo de las relaciones que se dan entre la economía, la cultura y la moda. También pienso que, tal vez, situados en estos niveles hiperestelares, las relaciones entre el artista y la empresa privada llegan a un balance, es decir, Damien Hirst obtiene tanto capital simbólico y tanta pasta asociándose con Prada como Prada asociando su imagen de marca a Damien Hirst. De hecho, puede que el quid de la cuestión resida en que Hirst sea también, él mismo, una marca.