En la tercera sesión de trabajo con los grupos del Institut Bellvitge dividimos cada grupo-clase en tres grupos de trabajo más pequeños, cada uno con una tarea específica: un grupo se dedicaría a trazar el recorrido que seguiríamos por el barrio durante la siguiente sesión; otro grupo se dedicó a idear la estrategia de comunicación del proyecto (a quién se quería comunicar el proyecto, de qué manera y con qué herramientas) y el tercer grupo se dedicó a finalizar los mapas iniciados en la sesión anterior.
El grupo de comunicación decidió abrir sendos perfiles en Twitter y Tumblr (@cartografiesbell y http://cartografiesenmoviment.tumblr.com) mediante los que iría narrando el desarrollo del proyecto y comenzó a redactar la presentación del mismo. Los grupos encargados de pensar y trazar las rutas por Bellvitge señalaron y discutieron qué puntos del barrio eran relevantes como lugares en los que se daban prácticas o manifestaciones culturales: El polideportivo Sergio Manzano, la «Rotonda de la Sardana«, la biblioteca, el mercado, el hotel Hesperia (obra del arquitecto Richard Rogers), el «Pirulo«, el Hospital de Bellvitge, el Institut Bellvitge, el centro comercial Marina Center, el bar La Flama, la ermita de Bellvitge, el Cubo Rojo, la Rambla Marina…
Durante la elaboración de las rutas y posteriormente durante las derivas, surgieron varias líneas de discusión y análisis, alguna de las cuales se incorporaría más tarde en la creación de los mapas definitivos sobre la cultura en el barrio. Destacaremos aquí tan sólo tres:
En primer lugar volvió a aparecer la polaridad entre la percepción que se tiene de Bellvitge desde fuera del barrio y la que tienen las personas que lo habitan: Durante la conversación apareció la idea de que existe una mirada hegemónica, desde el centro hacia la periferia, que construye una imagen negativa del barrio como un lugar sucio, feo, con un alto nivel de delincuencia. Esta imagen contrasta con la percepción de sus habitantes, para quienes Bellvitge es un barrio de clase trabajadora con un largo historial de exitosas luchas por servicios y espacios públicos de calidad. La figura del cani es clave en el imaginario que se construye desde una mirada normativa, asumida en gran medida por lxs propixs alumnxs (incluso por lxs que viven en el barrio). Nos preguntamos, y compartimos esta duda con ellxs, si la figura del cani no responde en alguna medida a los temores y los intereses de las clases dominantes que retratan a los jóvenes de las clases subalternas como un sujeto peligroso, improductivo (los famosos ni-nis) e incívico, por no decir incivilizado, cuyas prácticas culturales (su vestimenta, la música que escuchan, su manera de hablar, etc.) son vistas como vulgares, aberrantes y degeneradas.
En segundo lugar no podemos pasar por alto el hecho de que ninguno de los dos grupos señalase el Centro Cultural Bellvitge-el Gornal como un espacio relevante en nuestro análisis de la cultura en el barrio. Podríamos deducir de este hecho que existe en el barrio una gran desconexión entre las prácticas culturales de los jóvenes y los espacios institucionales destinados a la cultura, así como de los espacios públicos. En las rutas apareció por un lado el Club Infantil i Juvenil de Bellvitge (CIJB, más conocido como el Cubo Rojo) como un lugar en el que los jóvenes podían encontrar un espacio de sociabilidad y en el que, además, proponer actividades. Como muchos otros esplais el CIJB estuvo inicialmente vinculado a la parroquia del barrio, y en el caso de Bellvitge, al colegio religioso Joan XXIII. Por otro lado el Pirulo, un pequeño quiosco situado en una de las plazas del barrio, aparecía recurrentemente como el espacio público más relevante, en tanto que es un lugar en el que jóvenes se encuentran y se relacionan; sin embargo el Pirulo aparecía asociado a un determinado grupo de jóvenes: los canis y las chonis, motivo por el que muchxs de lxs alumnxs ni tan siquiera se acercaban.
En relación a estos usos espontáneos de espacios públicos, durante la deriva se habló de un hecho que nos pareció muy relevante para la investigación y que era desconocido para nosotros hasta ese momento: Como decíamos, el Pirulo es un espacio público que lxs alumnxs asociaban con los canis, las peleas, el hardcore techno y el reggaeton sonando en los altavoces de los móviles; casi por oposición, un grupo de alumnxs mencionó el Arc de Triomf de Barcelona como otro espacio público en el que se reunían una comunidad de jóvenes supuestamente muy diferente en sus prácticas y hábitos culturales a la que frecuenta el Pirulo de Bellvitge. En Arc de Triomf se reúnen jóvenes y adolescentes vinculados, de manera más o menos estrecha, al fandom es decir, frikis que comparten aficiones y prácticas culturales minoritarias como el manga, los fanzines, el videoblogging, el cosplay o el steampunk, por mencionar sólo unas pocas.
En esta dicotomía entre canis y frikis los jóvenes dirimen cuestiones identitarias, culturales, de clase, raza y género que nos llevaría mucho más tiempo analizar del que podemos dedicar aquí pero, resumiendo mucho podemos observar lo siguiente: desde una perspectiva de clase los canis y las chonis son un colectivo totalmente homogéneo compuesto por descendientes de primera o segunda generación de la población inmigrante de clase trabajadora llegada a Bellvitge en los años 60 y 70, procedentes de otras regiones del estado español; lxs alumnxs también reconocieron la existencia de lo que vendrían a ser los «canis latinos», o sea los pandilleros, sin embargo este colectivo raramente comparte espacios con los «canis autóctonos», por así distinguirlos, ya que éstos habitualmente ostentan una actitud racista de rechazo a la diferencia. De manera más o menos implícita, dicha actitud no es infrecuente -aunque tampoco sea generalizada- entre la clase trabajadora en barrios de la periferia urbana como Bellvitge, donde se achaca a lxs migrantes buena parte de la culpa de fenómenos como el paro, la precariedad o la delincuencia. Desde una perspectiva de género las relaciones entre canis y chonis son completamente heteronormativas y patriarcales, y reproducen con ligeras variaciones de forma las relaciones de subordinación características de generaciones anteriores entre hombres y mujeres. Por el contrario el «colectivo friki», si podemos hablar de un colectivo, es mucho más heterogéneo desde una perspectiva de clase, cultural y de raza, y en su seno son mucho más habituales y aceptadas identidades no heteronormativas e incluso prácticas queer. En gran medida la identidad friki aparece como contestación y defensa frente a identidades normativas cuya hegemonía se impone principalmente mediante formas de violencia simbólica; la adopción del propio término ‘friki’, peyorativo en su uso original, es una manera de desactivar precisamente ese tipo de violencia simbólica; se trata de una estrategia idéntica a la de los colectivos LGBTQ al adoptar como propios los términos ‘marica’, ‘bollera’ o ‘queer’. Desde una perspectiva espacial hemos visto como las prácticas de unos y otros difieren en gran medida, mientras que unos grupos encuentran en el barrio su lugar de encuentro y relación, los otros se reúnen en el centro urbano procedentes de todo el área metropolitana y convocados a través de redes sociales, listas de correo o blogs. A través de Twitter propusimos a lxs alumnxs el experimento de «convertir» el Pirulo de Bellvitge en el nuevo Arc de Triomf, idea que provocó la hilaridad de la «comunity manager» del grupo. A toda esta ecuación identitaria cabría añadir varios factores más que aparecieron durante las conversaciones, como aquellxs alumnxs que no se reconocían en ninguno de estos dos grupos o aquellxs que eran señalados por lxs demás como hipsters por no reproducir una identidad asociada al barrio, sino más propia de otros contextos culturales y clases sociales.
Por último pudimos constatar que existe en Bellvitge una gran brecha generacional que se traduce en una pugna por la ocupación del espacio público. Esta brecha también tiene su reflejo en las entidades que representan a la sociedad civil y en especial la Associació de Veïns de Bellvitge, tal y como atestiguó su propio presidente durante la entrevista que lxs alumnxs improvisaron al encontrárselo casualmente por la calle durante la deriva (como puede verse en el vídeo que acompaña esta entrada entre los minutos 7:26 y 12:17).
Como es bien sabido, la falta de relevo generacional en las asociaciones de vecinos y vecinas no es un hecho exclusivo de Bellvitge, sino que se da en gran parte de los barrios de los municipios del área metropolitana de Barcelona. Ciertamente las asociaciones vecinales tuvieron un papel fundamental en las luchas ciudadanas mediante las que barrios como Bellvitge consiguieron disponer de equipamientos y servicios básicos de los que carecían en el momento en que se construyeron. Este hecho ha conferido a sus miembros históricos un estatus privilegiado -o más bien les ha permitido atribuírselo- en la esfera pública de los barrios y en su representatividad. En Bellvitge esto puede apreciarse muy claramente si examinamos la composición y la capacidad de influencia de la que quizás sea la institución cultural más relevante del barrio (teniendo en cuenta, si más no, el volumen presupuestario que maneja): la Comisión de Fiestas, que está vinculada a la propia asociación de vecinos. Cabe decir que aún en la actualidad no sólo existe una brecha generacional: también se hayan excluidas en gran medida las mujeres, una rémora que muchas asociaciones vecinales arrastran desde los años de su creación allá por los 60, momento en que las mujeres tenían vedado el acceso a la vida pública de los barrios.
Todas estas cuestiones se hayan más o menos implícitas en las observaciones, los comentarios y las cartografías de lxs alumnxs; parte de nuestro papel en el proceso de trabajo consistió en hacerlas explícitas y someterlas a la consideración del grupo para su análisis y posterior representación en el mapa de las prácticas culturales de Bellvitge.
El vídeo-resúmen de la ruta por Bellvitge fue editado por Miguel Ángel Díaz, alumno de 1º de Bachillerato Artístico del Institut Bellvitge.