Noticias como esta son cada vez más habituales. Los recortes en los presupuestos públicos destinados a la educación, también la superior, empujan a las universidades a este tipo de estrategias de captación de fondos. No hay duda de que esta forma de intromisión del sector privado en la labor de las instituciones públicas es escandalosa. Sin embargo es posible que, como dice Nick Dyer-Witheford, estemos confundiendo el bosque con los árboles:
«[…] existe el riesgo de prestar demasiada atención a estos escándalos notorios, de confundir el bosque con los árboles; el asunto principal no son los ejemplos publicados de presión sobre la investigación científica universitaria por parte de las empresas (y lo publicado es, podemos estar seguros, sólo una fracción del total); tampoco lo es la implicación o incluso la intervención directa de las empresas en la financiación de la investigación (de hecho, la investigación universitaria financiada por empresas representa todavía una pequeña porción del total). Lo destacable no es tanto que las empresas financien la investigación, aún siendo la financiación una cuestión estratégica e influyente; sino el hecho de que el capital captura gratuitamente una enorme cantidad de conocimiento socialmente financiado, porque en un sistema en el que los medios de producción son privados, la única manera de llevar a la práctica los frutos de la investigación científica es a través de un proceso de mercantilización.»
Este párrafo está extraído del artículo In the Ruined Laboratory of Futuristic Accumulation: Immaterial Labour and the University Crisis, que casualmente leíamos cuando oímos hablar de los planes de mecenazgo a la carta. El artículo está publicado en el libro Cognitive Capitalism, Education and Digital Labor editado por Michael A. Peters y Ergin Bulut. La traducción del párrafo es cosa nuestra (así que pedimos disculpas por los errores que hayamos podido cometer :P).