Hace ya un mes que volvimos de Sevilla, donde estuvimos participando en el simposio Educación Expandida, que constituyó el grueso de la 11ª edición del Festival Internacional ZEMOS98. Durante estas semanas no hemos tenido precisamente muchos momentos de tranquilidad, necesaria para pensar en profundidad sobre lo vivido, sin embargo, y quizás como primer asalto de un proceso más extenso y colectivo, vayan por delante estas reflexiones a vuelapluma.
El simposio, coordinado por el propio colectivo ZEMOS98 en colaboración con Juan Freire, planteaba “reflexionar en torno a la idea de resignificar la educación de manera que no esté solamente circunscrita al ámbito académico-institucional” centrándose en “la búsqueda de nuevas formas de educación que incorporen y se adapten a los procesos sociales y comunicacionales que ha provocado Internet.“
Nuestra aportación consistió en la presentación del proyecto Open-roulotte por un lado (presentación que podéis escuchar íntegra aquí) y por otro en una informal charla a propósito de projecte3* en el marco del taller La Fábrica Expandida, coordinado por FAAQ.
La Fábrica Expandida se presentó como un espacio de reflexión y debate con la intención de crear enlaces con agentes sociales y culturales del contexto sevillano y con la intención última de imaginar y proponer espacios, herramientas y protocolos educativos que pudiesen sumarse a las dinámicas alternativas ya existentes en espacios no institucionales de Sevilla como La Fábrica de Sombreros.
Debido a la trayectoria del festival ZEMOS98, tanto como a la de Juan Freire, buena parte de las conferencias y presentaciones de proyectos hacían hincapie en el uso y aplicación de herramientas digitales al contexto educativo. Aunque Open-roulotte, así como otros de nuestros proyectos, hacen uso de herramientas web colaborativas abiertas como son las wikis, nuestra disertación sobre este asunto no pasó de unos pocos segundos. Pensamos en realidad que entorno a esta cuestión sobrevuela cierto malentedido: nos parece que la introducción de tecnologías digitales, incluso si estas son de código abierto, no nos asegura la creación de prácticas educativas que sean más democráticas y en las que el conocimiento se construya de manera colaborativa. Como dijo Jesús Martín-Barbero durante su conferencia, no se trata en absoluto de “llenar la escuela de aparatitos” (y por ‘aparatitos’ entendemos nosotros tanto el hardware como el software) se trata, a grandes rasgos y a riesgo de sonar grandilocuentes, de examinar cuales son las relaciones y los flujos de poder que atraviesan el espacio de la educación (tanto en la escala micro y cotidiana de la actividad en el aula, como en la escala macro de la escuela en relación con estructuras y procesos sociales, culturales y económicos, tanto locales como globales) con el fin de pensar y poner en práctica formas educativas que supongan una distribución más equitativa y justa de ese poder (una palabra, ‘poder’, a la que por cierto y si no recordamos mal, tan sólo hizo referencia explícita el propio Jesús Martín-Barbero.
Respecto a esta relación entre educación y tecnología nos parece muy importante tener presente que la educación, en si misma, es una tecnología (de la subjetividad). Como toda tecnología, la educación aparece en un momento histórico concreto porque se dan las condiciones que la posibilitan y al mismo tiempo la requieren. Lo que nos parece necesario es examinar cuales son hoy los requerimientos y las condiciones de posibilidad para la tecnología ‘educación’, y entender a qué modelos de producción y gobierno corresponden y a cuales podría llegar a responder.
En verdad nos parece que hasta ahora, lo que el movimiento open-source tenía que ofrecer a la esfera educativa era precisamente un modelo abierto y desjerarquizado de producción de discurso, en el que el aprendizaje se auto-organiza entre pares, etc, etc. Resulta evidente que es necesario mantener en el dominio público el conocimiento que se genera desde la esfera educativa, especialmente el que se produce en la Educación Superior (aceptémoslo, actualmente y por desgracia, desde la edcuación primaria y secundaria no se produce ningún conocimiento) y más aún en estos momentos en los que la empresa privada está irrumpiendo en las universidades, en las que ha encontado una valiosa cuenca de innovación que se traduce, en su forma menos sofisticada, en el registro de patentes.
Pero insistimos, no basta con rechazar una visión privativa del conocimiento: Ronaldo Lemos, uno de los conferenciantes invitados por la organización del festival ZEMOS98, vino a hablar de ciertas formaciones culturales de base en Brasil que simplemente ignoran, por puro pragmatismo, la legislación que regula el derecho a copia y la propiedad intelectual. Aunque Lemos lo nombró tan sólo de pasada, uno de los más destacados entre estos movimientos, es tal vez el de la Tecnobrega. Fundamentada en la cultura de la remezcla, la música Tecnobrega ha alcanzado una gran popularidad en Brasil; los artistas que practican este estilo no sólo utilizan alegremente y sin prermiso materiales sujetos a derechos de autor, sino que distribuyen gratuitamente copias de sus propios temas. Los autores de Tecnobrega distribuyen estas copias únicamente con fines promocionales en aquellas zonas en las que van a actuar próximamente.
Los músicos obtienen sus beneficios dinerarios de estas actuaciones que se convierten en auténticos acontecimientos y en los que son tan importantes la puesta en escena y la participación del público como la música. Además la distribución de las copias se realiza mediante un sutil sistema en el que trabajan una serie de influentials (por utilizar la jerga mercadotécnica) es decir, personas cuyo criterio en materia de Tecnobrega es reconocido por la comunidad y que por tanto se encuentran en una posición que les permite prestigiar la música que “promocionan”.
Más allá de su incuestionable relevancia cultural y de que incluso puedan ser considerados como herramientas de “empoderamiento”, movimientos como la Tecnobrega ofrecen nuevos modelos económicos que no necesitan de los derechos de autor para ser viables. En realidad podríamos decir que la concepción propietaria del conocimiento (regulada por el copyright) corresponde un modelo económico obsoleto que trataba y mercadeaba con bienes tangibles, materiales, que podían ser cuantificados, divididos, almacenados y custodiados. Por el contrario, bajo las actuales condiciones de “reproductibilidad digital”, el conocimiento difícilmente puede ser ‘acumulado’ en sentido estricto ya que se parece más a un flujo turbulento que sólo podemos esperar encauzar o retener momentáneamente mediante diques y presas para luego drenarlo y dejar que continúe su circulación.
Es precisamente desde lugares “periféricos” como Brasil que surgen prácticas culturales cuyos modos de producción y distribución se inscriben en una auténtica economía del conocimiento en tanto que entienden de manera espontánea su carácter fluido e inestable. Resulta patente en este caso que los esfuerzos por hacer valer la propiedad intelectual y el derecho a copia provienen de corporaciones y grupos de presión cuyo modelo de negocio se fundamenta aún en la producción y distribución de objetos materiales (por difícil que nos resulte entender hoy en día un libro o una película como un objeto material).
En realidad, esas mismas corporaciones podrían ver estos lugares “en los márgenes”, como cuencas de innovación que ofrecen modelos para una nueva economía del conocimiento, fundamentada eso sí, en los mismos principios de la ganancia máxima y del beneficio propio. Con esto queremos venir a decir que no basta con hacer que el conocimiento sea común, es necesario instituir y mantener dispositivos que permitan una distribución igualitaria de la capacidad de agencia. Pensamos ahora que la pregunta que Daniel Miracle lanzó precisamente a Ronaldo Lemos después de su “apología” de la implementación de LAN houses en las favelas de Brasil iba en esa misma dirección. Siempre es peligroso asumir de entrada que los usos vernáculos de la Internet son esencialmente alienantes, pero esto no debería excluir un análisis crítico en la dirección que planteaba Daniel: de acuerdo, vemos que en Brasil se dan procesos auto-organizados de abajo a arriba que facilitan el acceso al conocimiento por parte de sectores de la población tradicionalmente excluidos y que estas poblaciones omiten la idea de que ese conocimiento se encuentra bajo un régimen privativo ¿hasta qué punto ese acceso al conocimiento revierte en una mayor capacidad de tomar el control sobre sus propias condiciones de existencia, de “contar y ser tenidos en cuenta“, por utilizar la expresión propuesta de nuevo por Martín-Barbero?
Todas estas reflexiones parecen demasiado alejadas del contexto educativo, pero si pensamos que la educación es uno de los campos donde se establece la lucha por hacer prevalecer y fijar los modos de producción y gobierno de los que hablamos, quizás resulte más sencillo establecer los vínculos. Tiempo habrá.