Hace unas semanas se publicaba el último monográfico de Transversal, webjournal del proyecto Transform, derivado a su vez de otro proyecto del European Institut for Progressive Cultural Policies (EIPCP), llamado Republicart, que fue una iniciativa de “investigación transnacional” puesto en marcha por el propio EIPCP entre los años 2002 y 2005 con la intención de “promover la investigación y el desarrollo de prácticas intervencionistas y activistas de arte público“.
La publicación ha generado bastante expectación en ciertos ámbitos puesto que aborda un tema candente en la actualidad: “la relación entre “instituciones” y “movimiento”. Y lo hace no para eternizar la polémica sobre el binomio “aparatos de Estado versus política autónoma”, sino para enfocar críticamente el estado de las instituciones de movimiento y postular la posibilidad de acometer una nueva fase de institucionalidad que calificamos de híbrida y monstruosa, que favorezca en definitiva la materialización de otra política.” Prueba de esta hibridación monstruosa es el hecho de que el monográfico es el fruto de la colaboración entre Transform, que es un proyecto de la Comisión Europea de Cultura, y la Universidad Nómada, que se define como “un laboratorio anticapitalista, antirracista, decolonial y feminista de organización de la producción y la transmisión teórica e intelectual y una agencia de intervención política postnacional y posteuropea de las nuevas fuerzas de trabajo globales y transnacionales […] “. Ahí es nada.
Insistimos en que el tema es “de rabiosa actualidad” en un momento en que los discursos críticos de los movimientos sociales están siendo re-apropiados o están instaurándose en o desde el corazón de algunas instituciones culturales “oficiales” (véase el caso cercano del MACBA). Un ejemplo más que nos parece pertinente a propósito de la complejidad de este proceso/fenómeno:
Leemos en el blog de los YP (hacía tiempo que no los mencionábamos) que el Departamento de Estudios Culturales de Goldsmiths ha puesto en marcha una serie de sesiones de trabajo que involucran tanto a estudiantes como al propio staff de la universidad y que tiene por objetivo replantear el papel de la disciplina en el contexto académico y que llevan por título un muy significativo Attack the Headquarters.
Una de las aportaciones al blog del programa destacadas por los muchachos de YP es la de Will Davies, quien remarca la fluidez de las fronteras entre la Universidad, el capitalismo y el estado. Davies señala cuatro estrategias con las que habitualmente se afronta esta situación y que caracteriza como: “resistencia“, “olvido“, “celebración irónica” y “exploración del poder“. Davies aboga por esta última, definiéndola como una exploración del funcionamiento de los aparatos burocráticos y el poder desde el interior.
Nos parece insuficiente reducir la acción a una mera exploración y toma de conciencia, si bien es un paso necesario para cualquier acción transformadora en un sentido “contrahegemónico” o “antagonista”. Por otra parte, entendemos y compartimos la postura de Will Davies (y de los YP) cuando afirman que la crítica y el antagonismo han llegado a ser una parte constitutiva del poder del Estado, si bien podemos pensar que el Estado, aunque parezca lo contrario, no es un ente monolítico y homogéneo, y que su capacidad para encarnarse en los discursos y las prácticas críticas no es igual ni sincrónica en todos y cada uno de sus estamentos. Un ejemplo para aclarar este último punto: si bien las elites culturales, a través de instituciones como el museo o la universidad, pueden incorporar los discursos críticos para ofrecer una imagen de radicalidad y compromiso social que refuerce en última instancia su posición, otras instituciones como la escuela permanecen ancladas en discursos y formas de organización que se corresponden con los del inicio de la modernidad.
De todas maneras cabe decir tal vez que, aunque el museo o la universidad (o más exactamente, algún museo o alguna universidad) hayan sido capaces de incorporar los discursos críticos (de los movimientos) en el suyo propio, sería necesario revisar hasta qué punto dichas instituciones han modificado de forma estructural y socialmente significativa su organización y sus modos de funcionamiento. De ahí que la idea de una “institución monstruo” pueda resultar interesante.