Las primeras sesiones de trabajo con lxs alumnxs del Institut Bellvitge en el proyecto Cartografies en moviment se plantearon como ejercicios con el objetivo de introducir la idea de la cartografía como una herramienta de representación y construcción de los territorios, geográficos pero también afectivos, políticos, culturales, identitarios… etc. como explicábamos en el resumen anterior.
La propuesta metodológica para esta tercera sesión era idéntica a la de la anterior, pero en este caso, en lugar de partir de un objeto personal con el que cada alumnx se identificara, proponíamos analizar objetos o imágenes que ellxs identificasen con el barrio de Bellvitge.
Rápidamente apareció un rasgo común a la mayoría de lxs alumnxs: no pertenecer al barrio. Esto dio pie a discutir sobre el significado y las diferencias entre expresiones como “ser de” o “vivir en” un barrio determinado. Muchxs alumnxs alegaron desconocer totalmente el barrio más allá de los lugares que transitan diariamente durante el trayecto de la parada de metro al instituto y sus aledaños. Esto da una idea de la separación que existe entre lo que sucede dentro de los centros educativos y su entorno más inmediato.
Este carácter “forastero” al barrio del alumnado puso también de relieve que la imagen que estos alumnxs tenían de Bellvitge estaba marcada por prejuicios y estereotipos comunes que creíamos ya superados en gran medida: las imágenes aportadas por lxs alumnxs remitían a la suciedad, la delincuencia, la droga y a una “cultura cani” que bien podríamos entender como la versión contemporánea de “lo quinqui” en los 70.
Además de estos elementos lxs alumnxs también señalaron como significativos los mercados, la arquitectura de los bloques, la presencia de un gran número de personas mayores, las zonas verdes, el tren, el Hospital de Bellvitge y los colegios.
Utilizando una simple tabla fuimos dialogando sobre la función de estos “objetos”, su relación con otros elementos urbanos, sujetos, contextos y procesos en el territorio. Durante la conversación fuimos apuntando en la pizarra los puntos clave, intentando complejizar el análisis. Por ejemplo, la gente mayor era vista por lxs alumnxs como un colectivo que acaparaba el espacio público del barrio, sin embargo introdujimos el trabajo de cuidados que los abuelos y, sobre todo, las abuelas, realizan como un aspecto a tener en cuenta. Asimismo, comentamos cómo las personas mayores constituyen una fuente de memoria del barrio.
En el segundo grupo de trabajo (recordad que dividimos la clase en dos grupos para poder trabajar mejor) se repitieron algunos elementos como los bloques (casi ineludibles para la mirada a Bellvitge) o el hospital, pero también aparecieron algunos elementos distintos como el Pirulo (un pequeño quiosco situado en una plaza adyacente y en el que, según lxs alumnxs, se reúnen habitualmente “los canis y las chonis“), el hotel Hesperia, la biblioteca, el mercadillo, el Club Rojo o la feria.
Una vez analizados los elementos propuestos por lxs alumnxs pasamos a buscar características categorías, etiquetas y criterios que nos permitiesen elaborar un mapa conceptual del barrio. Surgieron varias ideas que reducían el análisis a oposiciones binarias del tipo bueno-malo, viejo-nuevo que simplificaban en exceso la multiplicidad de cuestiones que habían aparecido. Se plantearon también diferentes soluciones formales: en el primer grupo se llegó a idea de utilizar un único bloque de pisos y el espacio interbloque circundante para representar el conjunto del barrio a modo de “diorama”. En el segundo grupo de llegó a una solución más “convencional”: crear un conjunto de iconos que representasen los diversos datos generados durante el análisis y situarlos sobre un plano del barrio.
Ambos mapas quedaron como simples bocetos conceptuales.