Hablando de descontentos, no parece que a Daniel García-Andújar le alegrase mucho la invitación de Fernando Franco a participar en la tercera edición de la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla (BIACS AKA BIASC©), como se deduce de la carta hecha pública por el propio artista hace pocos días, y de la que dieron cuenta puntualmente Catarqsis y Aulabierta. Más que cualquier otra cosa, la invitación por parte de la bienal parecía un intento de cooptar una de las voces críticas con el evento que mayor notoriedad pública tienen en aquel contexto.
Seguramente, los responsables de la BIACS, conscientes de que la “visibilidad” y “estar en el candelabro” son un imperativo en la lucha por la “supervivencia” dentro del campo artístico, pensaron que García-Andújar accedería. Sin embargo él ha dicho “no”. Posiblemente este gesto “heroico” tenga sus dobleces, sin embargo, más allá de la acción individual, García-Andújar señala/denuncia algunos de los “males endémicos” del sector cultural en el contexto andaluz -que pueden hacerse extensivos al resto del estado- y que macroeventos como la bienal ayudan a perpetuar y ocultar al mismo tiempo -cosa que sabemos muy bien los que vivimos/trabajamos en Barcelona-. Menciona en su carta la labor crítica y sobre todo propositiva de la Plataforma para la Reflexión sobre Políticas Culturales (PRPC) -que tiene uno de sus instrumentos más reconocibles en la plataforma e-sevilla.org– y cómo desde esta plataforma se aboga por políticas que prioricen las necesidades de “artistas, colectivos, obras, proyectos y corrientes de pensamiento que traten de interpretar las prácticas artísticas y la producción de conocimiento en el marco de una relación social y política con los contextos en los que se desarrollan“.
Hace poco hablábamos de la aparición de la plataforma Cultura de Base, que tiene también entre sus objetivos contestar las políticas que afectan al sector cultural en Barcelona. Sería demasiado aventurado extraer conclusiones de estos dos hechos aislados, sin embargo no nos parece descabellado pensar que este tipo de iniciativas y reacciones responde en alguna medida a las condiciones estructurales y generalizadas de precariedad extrema en las que trabajadores/as culturales desarrollamos nuestra labor. Nos preguntamos si el “no” de Daniel García-Andújar es representativo de un “no” colectivo mucho más amplio y potente.